Los Rompecorazones: comedia francesa que refleja la crisis sentimental



Por Gerardo García

¿Qué tanto permean los medios de comunicación en una ideología generalizada de la cultura del consumo y las preferencias emotivas de las mujeres? La respuesta es tan compleja como su explicación.

Humor, entretenimiento y suavidad, son características del cine de comedía que atrapa al espectador utilizando los trucos bien sabidos por los grandes maestros en la industria del celuloide.

En Los Rompecorazones tenemos la predecible trama del cazador cazado, recordándonos un poco a Hitch y otros tantos filmes con galanes que seducen por profesión. Sin embargo, ahora no está solo. Alex Lippi, junto con sus colaboradores, tienen como objetivo separar parejas con problemas. Como código, dos sencillísimas reglas. Rompen parejas, no corazones. Y, segunda. Nunca se enamoran. Sin embargo, al conocer a Juliette (Vanessa Paradis), nuestro héroe rompe, sin querer, las reglas.

El filme francés es una obra que no pretende convertirse en un clásico, que a nivel argumentativo no propone nada nuevo, y que, no obstante, la trama propone toda la seducción del idioma francés, el fresco carisma del actor Romain Duris y la bellísima ciudad de Montecarlo.

Ciertamente, es un filme divertido, que hecha mano de una serie de circunstancias que van del absurdo a lo memorable. Un humor sencillo, sincero y sorpresivo en momentos clave es aquello que nos haría dar a “Los Rompecorazones” el beneficio de la duda.

¿Se imaginan para donde va la historia?



Reitero: Es una película entretenida, que robará suspiros a más de una persona, pero que en realidad no viene a revolucionar la industria ni mucho menos. Buena para verse un sábado, siempre en compañía.

Podríamos encontrar la película en general como una metáfora entera de lo que es la crisis de la estabilidad frente a la inestabilidad. Nuestro personaje principal es un ícono entero de lo que representa la inestabilidad, a pesar de sus continuos esfuerzos por mantener en orden las cosas.

Es meticuloso con el trabajo, pero con personalidad inestable. Ambicioso, irresponsable, enteramente nos muestra el ideal occidental del adulto joven.

Un personaje sumamente interesante, en este contexto, aunque no por ello propositivo en la historia, es el prometido de Juliette, hombre impecable, exitoso, riguroso, tan bueno que da hueva. Lo cierto es que constituye otro arquetipo occidental, el del buen hombre, buen marido, buen empresario, bueno en su totalidad. Parece resuelto, estable y difícil de cuestionar como partido inmejorable.

Todas las películas de este tipo, con los ingeniosos y descarados seductores por un lado, y la bondad tirándole a ingenuidad del otro, reflejarían un contexto emotivo que ha predominado en tramas y argumentos a lo largo de la historia, y no solo del cine.

¿Será cierto que la caballerosidad total, la estabilidad, la madurez, está condenada irremediablemente al fracaso amoroso?

En la película, el desafortunado prometido de Juliette, tras una aparición pronta y aguada, hace gala de su infinita comprensión y paciencia con el sinvergüenza Alex Lippi, quien está descaradamente enamorado de la coprotagonista.

La situación, sin duda alguna, podría provocar indignación en varios sectores del público, sobre todo, masculinos. Cuando menos, a mí me lo provocó.
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