Fernando de Fuentes: Tres clásicos de los 30’s





Por: Arturo Franco

La pasión de Fernando de Fuentes por el cine nació cuando se convirtió en gerente del Cine Olimpia, no solo quería ser parte de la cinematografía teniendo a su cargo una sala de cine, si no que también quería hacer películas.

En sus inicios trabajó como asistente de dirección para Antonio Moreno en la película “Santa” en 1931 (primera película sonora del cine mexicano) y comenzó a dirigir en 1932.

Sus obras claves son conocidas como la trilogía de la revolución y la componen tres películas: “El prisionero 13” (1933), “El compadre Mendoza” (1933) y “¡Vámonos con Pancho Villa!” (1935), esta última fue calificada como la mejor película de todos los tiempos, según la lista SOMOS, mientras que “El compadre Mendoza” ocupa el tercer lugar.
“El compadre Mendoza” con guión de Mauricio Magdaleno y diálogos de Bustillo Oro, narra la historia de un rico terrateniente que hace un doble juego para quedar bien con el gobierno federal y con los ejércitos zapatistas. Su compadre es zapatista y cuando la situación se vuelve insostenible, debe elegir un bando aunque eso implique la traición. La película cuenta con la fotografía de Alex Phillips.





“¡Vámonos con Pancho Villa!”, se basa en una novela de Rafael F. Muñoz, adaptada por el poeta Xavier Villaurrutia y el propio Fernando de Fuentes, con fotografía de Jack Draper y manejo de cámara del también conocido Gabriel Figueroa; musicalizada por Silvestre Revueltas. Narra la historia de seis amigos que se unen a la Revolución junto a Pancho Villa, y lo único que encuentran cada uno de ellos son diferentes formas de morir, desde la más patética y absurda, hasta la más trágica, sobreviviendo al final de la película sólo uno de ellos.




Superproducción mexicana que contó con cientos de extras, caballos, cañones y carros de ferrocarril, para recrear escenas de la revolución de una forma muy espectacular y fresca, sin convencionalismos.

Paradójicamente, la aceptación del público para estos dos clásicos del cine nacional fue mala. El gran éxito de Fernando de Fuentes, fue una obra menor, de carácter más comercial, titulada “Allá en el rancho grande” (1932), ubicada en el lugar 82 de la lista SOMOS.


“Allá en el rancho grande”, es una película prototipo de un género que será muy importante para el cine nacional, la comedia ranchera. Reproducía la pirámide social porfirista, en el contexto de una hacienda idealizada, donde el hacendado tiene una relación paternalista con los peones; incorporaba a un galán de buena voz que había salido del cine hispano hollywoodense, Tito Guízar.




El éxito de esta película fue enorme y no sólo en México, sino también en toda Latinoamérica y Estados Unidos, donde se proyectó con subtítulos en inglés.

Ganó el primer premio internacional para México en el festival de Venecia, concedido a la mejor fotografía para Gabriel Figueroa.

Así fue como Fernando de Fuentes y su película “Allá en el rancho grande” abrió para México el mercado latinoamericano y norteamericano, promoviendo la fórmula secreta de la industria nacional: enredos, mujeres bellas, charros cantores muy machos, cómicos y un México de cartón.


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